sábado, 6 de abril de 2013

El vuelo de la alondra


Surqué valles, cimas y mares
nuevos cielos, nuevos horizontes busqué
libré peligros, me desorienté
mi instinto me ayudaría, no debía desfallecer 

Crucé desiertos, secos y áridos
iba en busca de un vergel
pero el sol quemaba mis plumas
la arena cegaba mis ojos
no hallaba agua donde beber

Busqué el anhelado oasis
y hasta lo creí ver
palmeras cargadas de dátiles
camellos o dromedarios, no sé
la  visión se me nublaba, bajé y me posé

La cabeza me dolía, casi desmayé
era alucinación, o tal vez cierto
 escondida tras matorrales creí ver un harén
hermosas mujeres danzaban junto al oasis
 el jeque, figura erguida, contemplaba su vaivén 

Temerosa, con vuelos y saltos cortos
me acerqué al agua para beber
sacié mi sed y mis plumas remojé
ya tenía mi buche lleno, ya bastante descansé
y despidiéndome de otros congéneres el vuelo remonté

Busqué de nuevo el rumbo
volé, volé y volé
de nuevo el agotamiento, de nuevo me desorienté
dónde estará mi bandada, me pregunté
como no hallaba la respuesta el vuelo continué

Casi se ponía el sol cuando por fin divisé
campos, tejados y un campanario
y haciendo un último esfuerzo mis alitas agité
vi una hermosa estátua blanca y sobre ella me posé
acostumbrada a nosotras mi presencia no pareció molestarle

- Pareces cansada alondrita, -me dijo la inerte-

- Vengo desde muy lejos, ando perdida y exhausta

- Qué te trae por estos lares, dónde está tu bandada?

- Me quedé huerfanita desde temprana edad, por lo que me crié un tanto independiente. Más tarde,  harta de migrar con las otras, decidí buscar nuevos rumbos yo sola, pero el viaje ha sido duro, solitario y peligroso. Crucé montes y mares, visité lugares en los que antes nunca había estado y hasta conocí el desierto, bueno, para ser sincera te diré que sufrí el desierto, es un lugar ardiente, estéril y lleno de arena que te ciega y quema si te posas en ella.

- Qué interesante, cómo te envidio. Yo siempre estoy aquí, pegada a mi pedestal, desde que me modeló un gran maestro. Lo único que sé del mundo es por lo que me cuentan otras bellas aves que, como tú, se posan sobre mi cabeza. Ni las adulaciones, que los humanos hacen sobre mi belleza al contemplarme,  consuela mi soledad. Pero no hablemos de mí, sigue contándome toda la historia, todo lo que viste, cuántas rapaces tuviste que sortear, cuenta, cuenta.    

- Sí, bella estátua, enseguida te lo cuento, pero déjame descansar un poco sobre tu hombro, daré una cabezadita para aliviar este tremendo cansancio y luego te hablo sobre las cosas extraordinarias que vi, sobre los hombres...

La estátua esperó, respetuosamente, el merecido descanso de la alondra. Esperó y esperó, total no tenía otra cosa que hacer. Cuando por fin creyó que ya habría descansado lo suficiente comenzó a pedirle que se despertara pero, por más que insistió, la alondra no contestaba, ni la sentía moverse, entonces reparó en la rigidez de su cuerpecito, casi tan frío como ella, en su maltrecho plumaje y en sus patitas lastimadas, encogidas en un rictus de sobras familiar y le susurró quedamente:

   - Descansa en paz, mi querida alondra.   


12 comentarios:

  1. Que bonito cuento lástima que la alondra se murió. No siempre hay finales felices como en la vida.


    beso.

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    1. Al final de la vida siempre nos espera la que nunca falta a la cita, pero nuestra alondra cumplió su deseo de surcar nuevos cielos.

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  2. Pero que hermoso poema... y bueno, fue dura la vida de la alondra, para demostrar que todo tiene su fin. Un besazo y gracias por pasarte por mi blog, espero que puedas apuntarte al reto.

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  3. Gracias, Tamara. Ahí estaré

    Un beso

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  4. Triste pero hermoso!! Me encantó

    un abraxo

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  5. No me senti triste... inspirada... motivada... confrontada... pero no triste... :) Un beso enorme A.

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    1. Me alegra haberte inspirado esos sentimientos. De alguna manera todas somos un poco "alondra" cuando decidimos abandonar la cercana campiña y emprender nuevos retos.

      Un besote

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  6. Pobre alondra, yo es que ya me volví menos salvaje y me dan pena los animales, al único que no compadezco es a mí pero eso ya es otra historia.
    Un saludo.

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    1. Eldan, alguien dijo que la compasión comienza con uno mismo. No seas tan duro con-ti-go.

      Un saludo

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