Hace días que no vemos el sol, la niebla lo cubre todo, árboles, montañas, campos. Las vacas y caballos, que pacen al otro lado del jardín, buscan el calorcito entre sí, se apretujan y resguardan del frío invierno. Es lo que tiene vivir en los Pirineos. La majestuosidad de las montañas, cubiertas de nieve, se alzan sobre los verdes y ocres del valle. Ya falta poco más de un mes para que la primavera altere este paisaje un tanto triste y desolador, para que los habitantes, ahora resguardados en sus casas al amor de la lumbre, puedan sacudirse su aletargamiento y salir a contemplar la vida renacer de nuevo, los verdes pastos, los jóvenes brotes, el sol inundándolo todo, los ríos y riachules ensanchándose con el deshielo de la nieve, los pajarillos anidarán y con sus alegres cantos pondrán música a esa vida nueva.
Todo obedece a la harmonía de la vida, el fluir del curso natural de las cosas. Es verdad, ya lo dijo Heráclito, todo cambia, nada permanece...
Precioso paisaje. Pronto la naturaleza avivará los colores con la llegada de la próxima estación. Todo cambia...nada permanece
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